El director de una institución educativa tiene la función de
armonizar, coordinar, orientar, asesorar y dirigir los procesos orgánicos
institucionales, mediante una eficaz comunicación para alcanzar los objetivos y
propósitos determinados para los fines y principios del sistema educativo.
Al respecto
Melinkoff (1990), sostiene que “la gerencia educativa envuelve a la disciplina,
la unidad de mando, la dirección y la responsabilidad; además todo un conjunto
de procesos que permite cumplir a la dirección de su función” (p. 16). Se
deduce entonces, que el directivo de la institución educativa, debe hacerse el
firme propósito de lograr con éxito las metas encomendadas por los principios
educacionales emanados de las políticas establecidas en la legislación vigente
y por las autoridades del sistema educativo.
El directivo de
la institución tiene a su cargo la responsabilidad de dirigir al personal que
labora en la misma, a los que ejercen funciones especiales, como: orientadores,
evaluadores, administrativos; padres y representantes y; comunidad en general. En relación a esto, Meléndez y otros (s. f),
afirman: “su misión se traduce en la alimentación del currículo a nivel micro,
y de orientar a los docentes en la interpretación y desarrollo del mismo, de
acuerdo a la demanda que reclama la ejecución del mismo” (p. 81).
Este
planteamiento confirma que no sólo el director debe implantar el desarrollo del
currículo, sino que también debe orientarlo en relación con los objetivos,
recursos, contenidos, evaluación y
reorientación, por consiguiente, debe ser un funcionario preparado con
conciencia profesional, un líder nato para motivar a su personal, y lograr la
participación y cooperación ciudadana.
En tal sentido
Harrison (1998) expone:
En la actualidad se requiere de
una educación y de un gerente que trascienda los paradigmas tradicionales, que
dirijan al docente en el desarrollo y en el descubrimiento de sí mismo y de su
entorno, que fortalezca su capacidad de razonar para analizar y crear, que se
desarrolle el espíritu de solidaridad y hábitos de trabajos y que enriquezcan
el mundo interior y exterior de cada persona (p. 110).
Es decir que, el gerente educativo, debe tener la
capacidad, de desprenderse de las prácticas tradicionales, a fin de comenzar a
establecer un proceso sistemático que le permita alejarse de lo improductivo; la
innovación es asunto de la organización sistemática estratégica clara y trabajo
eficaz lo cual debe implicar la promoción de las innovaciones.
El director debe
desarrollar una política de estímulo positivo hacia los logros alcanzados por
el personal docente y establecer mecanismos para motivar a aquellos que por
alguna dificultad no hayan logrado alcanzar las metas en beneficio de la
institución.
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