En 2006, el pedagogo británico y gurú de la educación Ken Robinson hizo temblar las bases del sistema educativo con su charla TED Las escuelas matan la creatividad, con más de 43 millones de visitas. Robinson criticaba que los colegios son el primer freno con el que se encuentran los niños y alertaba sobre el desacierto de los programas educativos al primar materias como las matemáticas y arrinconar las más artísticas como la música o el dibujo bajo el pretexto de que no son útiles a la hora de encontrar un empleo. El diagnóstico estaba claro, pero nadie sabía muy bien la fórmula para conseguir que la escuela no mate la creatividad. Las profesoras universitarias María Acaso, de 46 años, y Clara Megías, de 32, parecen haberlo conseguido. Han desarrollado una nueva metodología para darle la vuelta a la forma de dar clase.
“Hay que acabar con la pedagogía tóxica y aplicar nuevas fórmulas para
despertar el deseo de los estudiantes por aprender”, explica María
Acaso, experta en innovación educativa y profesora de la Universidad Complutense. Su método, al que han llamado Art Thinking, tiene como base los descubrimientos de la neuroeducación,
que estudia cómo aprende el cerebro, y cuyo principal hallazgo es que
para que se produzca el aprendizaje es necesario encender una emoción,
despertar la curiosidad del estudiante. Para ello, su metodología se
inspira en los procesos de creación de arte.
La investigación de las docentes, que comenzó en el año 2011 y cuyos resultados se publicarán en el libro Art Thinking. Transformar la educación a través de las artes (Paidós),
señala que en la pedagogía tradicional el esfuerzo está asociado al
dolor, al malestar, y a la idea de que adquirir conocimiento tiene que
ver con la ansiedad, el miedo o la evaluación. Su propuesta es
incorporar el arte en la educación para generar placer y de esa forma
conseguir que el esfuerzo y la constancia aparezcan de forma automática.
Los profesores pueden emplear esta metodología para impartir cualquier
asignatura.
En uno de los capítulos de su libro señalan que de las células madre
del cerebro nacen a diario entre 4.000 y 5.000 neuronas, a través de un
proceso llamado neurogénesis. Las actividades que se realizan desde
pequeño crean circuitos neuronales; algunos se mantienen y otros
desaparecen. ¿En función de qué? Cuando esas actividades no son
significativas para nuestra vida diaria, se diluyen. “En el caso de un
examen de un tema que no me interesa y con el que no he logrado
establecer una conexión personal, los circuitos construidos me
permitirán aprobar, pero no aprender. La información desaparecerá de
forma automática nada más acabar la prueba”, explica Acaso. La clave
para que el aprendizaje sea significativo, sostiene la docente, es que
tanto la información como el proceso de enseñanza sean relevantes para
el estudiante y se repitan.
Las investigaciones sobre neuroeducación demuestran que para activar
el deseo de pensar es necesario encender previamente una emoción, y para
ello es fundamental despertar la curiosidad. “Hay que comenzar la clase
con un elemento provocador, puede ser una frase, un dibujo o un
pensamiento; algo que resulte chocante”, indica Francisco Mora, profesor
de la Facultad de Medicina de la Complutense y autor del libro Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama.
“Desde que somos mamíferos hace más de 200 millones de años, la
emoción es lo que nos mueve. Aquello que nos extraña, que no nos resulta
monótono. Ahí se abre la ventana de la atención, imprescindible para
aprender”, explica Mora.
Eso es lo que hizo María Acaso con sus alumnos de Bellas Artes en la
Complutense. Un día apareció en clase con una sandía y frente al asombro
de los estudiantes, la cortó y creó un cuadrado. Su intención era
generar extrañamiento entre los estudiantes. “El ser humano está
diseñado para prestar atención a lo que no es habitual. Una situación
nueva que no sabes cómo resolver te atrae. Atención, emoción y
aprendizaje. Ese es el orden según la neuroeducación”, remarca Acaso. En
el aula se creó un clima muy diferente al habitual, en el que el
silencio propio de la clase magistral, en la que el profesor habla y el
estudiante escucha, dio paso a un debate sobre el significado de esa
sandía. Una vez captada la atención de los alumnos, las dinámicas de
aprendizaje cambian.
Acaso les explicó que esa sandía con forma cuadrada era una pieza del artista cubano Wilfredo Prieto llamada Políticamente correcto,
y su intención era precisamente cuestionar los estándares de la
educación, plantear por qué el mobiliario, los programas académicos y la
forma de enseñar no han evolucionado. “Llevar una sandía a clase es un
acto de subversión, hace que el aula explote”, explica.
En 2009, Acaso publicó el libro La educación artística no son manualidades,
en el que criticaba que las disciplinas relacionadas con las artes han
sido consideradas como un conocimiento de segunda categoría,
prescindible, frente a los “conocimientos altos” como las matemáticas o
las ciencias. En su opinión, el nuevo escenario laboral, en el que el
número de robots no deja de aumentar, requerirá perfiles muy creativos,
una cualidad que las máquinas no dominarán. “Precisamente al Art Thinking
no le interesa demostrar hechos, no es una metodología cerrada basada
en certezas, sino encender la curiosidad para activar procesos de
investigación”.
En su libro, las dos profesoras desarrollan los cuatro puntos clave
de esa nueva metodología: pensamiento divergente, incorporación del
placer, alumnos y profesores como productores de contenidos y trabajo
colaborativo y por proyectos. El próximo mes de julio organizan en Madrid un curso junto al colectivo Pedagogías Invisibles para 100 profesores de todos los niveles educativos en el que enseñarán cómo poner en práctica el Art Thinking.
"En la escuela se aprende a través de la memorización, sin pensar. La
gente llega a la edad adulta y no sabe pensar por sí misma, se han
dedicado a reproducir lo que dicen otros. Es cierto que necesitamos
información en nuestra memoria, pero hay que cambiar el proceso por el
que nos llega", explica Clara Megías, profesora de la Facultad de
Educación en la Universidad de Alcalá. Investigar y analizar por uno mismo. Cuestionar lo que se da como cierto. Eso es lo que hace el arte.
Los cuatro elementos del Art Thinking
La metodología desarrollada por las profesoras María Acaso y Clara
Megías se basa en cuatro elementos clave: un tipo de pensamiento
diferente al pensamiento lógico al que han llamado pensamiento
divergente; una experiencia estética basada en el placer; una refinición
de la pedagogía para empezar a entenderla como una herramienta de
producción tanto para profesores como para alumnos y una forma de
aprendizaje basada en los proyectos y el trabajo colaborativo.
"El arte puede ser entendido como una metodología desde donde
transformar la educación porque incorpora cuatro elementos clave",
señala Acaso. Son los siguientes:
Pensamiento divergente: fomenta un tipo de
pensamiento crítico y no lineal "absolutamente necesario" para el
desarrollo de conocimiento en la actualidad.
Placer: es el sentimiento que va unido a la emoción
positiva, por lo que que hay que recuperarlo en educación. Sin el
placer, no hay motivación y sin motivación no hay aprendizaje.
La educación como producción cultural: "defendemos
la realidad de que un profesor y sus alumnos producen conocimiento al
mismo nivel que otros profesionales, como los filósofos o escritores".
Trabajo colaborativo: "olvidemos las asignaturas
estancas: hay que trabajar por proyectos y en comunidad, tal como hacen
muchos de los artistas contemporáneos".
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