El mundo sigue su rumbo y con él,
yo sigo el mío;
sin antes desprenderme de estos versos,
que cabalgan en los corceles agitados
de esta pluma,
que levanta polvaredas en las nubes
penetrando hasta lo profundo de mi cielo.
Sólo los Triones, iluminan el taciturno universo
en esas noches que despiden con sus besos a la luna,
y que desalmados, olvidan por completo del amor,
que a usted yo le tengo.
Se sacuden en estampidas galopando
en sus flamígeros relinchos
pisoteándome en las manos,
mas sin poder neutralizar mi pluma.
Pues soy yo, quien aviva el viento
al apearme cuando ya tengo la corazonada
de tenerte enfrente.
Me deslizo caprichosamente hasta la falda de su vestido;
y victoriosos penetran mis relinchos las murallas de su vientre,
para llegar y reposar en su cálida morada,
dejando a sus pies este poema en forma serpentina.
- Suspiro profundo -
Después, mañosamente sonrío
palmoteando las paredes de mi pecho;
confirmando que te enamoro con mis versos,
como la mañana se enamora del rocio.
Dando así por hecho,
que los estruendos escuchados en el cielo,
son los rayos mañaneros de ese mismo sol
que te calienta y trae ardor a tu vida,
que unida a la mía,
hace que arda como volcán expulsando tinta,
provocando la más limpia poesía;
que sale desde mis adentros.
Pintando así;
con azul-púrpura las curvas de tus noches Septentrionales,
cediéndole el paso a los astros
para que irradien su luz,
y me arda la vida por usted
con el calor de sus desérticas planicies.
Dejando en este acto,
cicatrices en la piel de nuestro cosmos
para terminar alumbrados
sólo por tus bellos luceros matutinos.
Y hasta que terminen de iluminarte todas las estrellas,
decretaré que el mundo se quiebre en pedazos,
mientras yo, prosigo entero
ardiendo entre tus brazos.
Autor:
Raymond Sánchez.
Honduras.
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