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Angel Figueroa

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domingo, 3 de abril de 2011

ÉXITO Y FRACASO

Ambos términos, éxito y fracaso, se encuentran relacionados entre sí firmando parte de las polaridades en las que se mueve el ser humano: bueno y malo; sublime y mísero; agresivo y pacífico; recordemos el capítulo anterior cuando nos referíamos a la fe y al temor. El hecho es que siempre se nos presentan juntos, aunque signifiquen lo contrario en cada uno de los eventos de nuestra vida, ocurriendo uno con el otro.
Para Atkinson (1964) la expectativa (E) se refiere al grado como una persona cree que determinado acto será seguido por alguna consecuencia específica. Operacionalmente, es definida como probabilidad subjetiva de alcanzar una meta (citado por Salom, 1984). Por su parte, esta autora expresa que la expectativa es la estimación que un individuo hace sobre la probabilidad de lograr un resultado sobre la base del esfuerzo que se propone hacer acerca de las expectativas de éxito y fracaso. Salom (1984) ha escrito que a pesar de que las expectativas son considerados factores cognitivos asociados con la acción y el esfuerzo.
Los resultados de las investigaciones en Venezuela no confirman esta concepción. Para el venezolano, las expectativas se expresan en términos afectivos, de esperanza, deseo, aspiración. Probablemente esto signifique que tener una expectativa no supone estimación de la ocurrencia de que algún evento suceda sino, más bien, la esperanza (sin acción instrumental) de que un determinado resultado ocurra solo por el hecho de desearlo o quererlo.
Por ser las expectativas del venezolano más afectivas que cognitivas, no existe una verdadera discriminación entre el éxito y el fracaso, por lo tanto no hay de que preocuparse, se trabaja o se rinde.
Para otros, no para nosotros mismos se cumple con un horario, pero el tiempo productivo es mínimo; recibimos mucha información, pero no sabemos procesarla.
En todos los sectores del país se aprecia esta actitud pasiva y conforme. Según Barroso (1992), el venezolano es una mezcla de trabajador con mapas de sol a sol; es incumplido, malcriado, irresponsable, se levanta temprano, acude a su compromiso, atraviesa mil dificultades para llegar al sitio, permanece a pesar de las descalificaciones y maltratos de sus superiores, trabaja sin motivación, ante la agresión se calla, después flojea, critica, pasa factura haciendo las tareas con torpeza, ausentándose, robándose las herramientas y si se siente bien tratado será entonces incondicional y estará siempre disponible.
Podemos pensar que existe una inclinación hacia el fracaso, a sentirnos inferiores ante los otros; por lo general se pondera más lo de afuera que lo nuestro. Los modelos que tenemos son de perdedores, arribistas aprovechadores; los modelos de logro y éxito son criticados y, a veces, sus emisarios son tratados como personas raras en los grupos.
Según la corriente de Análisis Transacional, todos hemos nacido para triunfar. Los triunfadores a veces pierden y, a veces, también cometen errores. Pero los perdedores pueden ser identificados como personas que cometen el mismo error una y otra vez; no parecen ser capaces de aprender de sus errores. Los triunfadores, por otra parte, aprenden de su error y rara vez lo repiten. Se ha dicho que los perdedores tienen un miedo interior a triunfar y no saben que hacer con sus éxitos; en cambio los triunfadores saben que hacer cuando fracasan, tienen planes alternativos. Entre los triunfadores y los perdedores existe un grupo intermedio, que retrocede dos pasos por cada dos que avanza y que a duras penas mantienen el equilibrio. Cuando algunas cosas les sale bien, otras parecen ir mal; ellos tienden a terminar donde empezaron. Esta última clase de personas son los no triunfadores (James y Jongeward 1979).
Según estas autoras, el verdadero triunfador es aquel que puede sacar provecho de todas las circunstancias que le acontecen, buenas y malas.
Por su parte Dyer (1987) sostiene que el fracaso no existe; el fracaso es simplemente la opinión que alguien tiene sobre como se deberían hacer ciertas cosas. Cuando te convenzas de que no hay ningún acto que deba hacerse de una manera específica, según el criterio de otras personas, entonces el fracaso será imposible.
El no triunfar no significa que todo esté perdido, simplemente no se obtuvo el éxito esperado en una situación específica; solo se puede aprender del fracaso revisando los detalles que no se lograron y emprender nuevas acciones en relación con esa tarea.
El mantener una constante búsqueda del éxito equivaldría al perfeccionalismo, lo cual, según las propias palabras del doctor Dyer significa inmovilidad, parálisis, quiere hacer todo lo mejor posible y además poner un verdadero obstáculo a la mera posibilidad de hacer.
La demasiada programación hacia el éxito permanente puede crear en el sujeto, serios conflictos personales y con los que lo rodean. Recuerden en este momento, el caos de las personas que exigen por encima de sus capacidades y al no poder cumplir se sienten frustradas llegando a provocarse fuertes trastornos somáticos.
Para alcanzar el éxito, según Robbins (1991), se debe conocer su desenlace, desarrollar la agudeza sensorial que se precisa para saber por donde se va y desarrollar la flexibilidad requerida para modificar el comportamiento hasta descubrir cual es el que sirve... y se llegará al desenlace previsto. Pero si no llega, ¿habrá fracasado? Por supuesto que no; como el timonel avezado, le basta cambiar el rumbo de su comportamiento para llegar a donde quiere.
Con respecto al éxito y al fracaso, podemos extraer como conclusión que ambos conceptos son importantes para el desarrollo motivacional del individuo. No solo permiten mejorar la ejecución de cualquier actividad, sino que proveen de sentimiento de gratificación y recompensa, muy necesarios para mantener la salud psicológica.
El manejo de la información y la manera como esta se procese también contribuyen a este proceso. Se aprende tanto del éxito como del fracaso, pero lo más importante es que podamos surgir del fracaso sin necesidad de deprimirnos ni de amilanarnos, utilizando las experiencias para optimizar nuestro desempeño, independientemente de la situación donde nos encontremos.
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